Desde el umbral de la puerta

Melancolía nunca viste de rojo.

No terminaba de comprender lo que veía.

-Qué rayos estás haciendo? dijo, con la voz atragantada.
Le sangraba la nariz y temblaba como si se encontraran bajo cero. Empacaba mecánicamente sin dar a notar gesto alguno.

-Sabes cuál es tu problema? Dijo ella, como quien inicia una conversación sobre el clima.

-Segura que soy yo la que tiene un problema? Susurro Septiembre.

-Conoces  demasiado de mi. musitó ella, mirándola fijamente.

Septiembre se encogió de hombros.

-Siempre estuve a tu lado, te escuche cuando lo necesitaste. Dijo con las palabras atropelladas.

-No solo escuchabas. Interrumpió

Septiembre dirigió su mirada a las 2 maletas a medio llenar. Sintió el nudo en la garganta más claro que ninguna otra vez. Ella pensaba irse y el vacio que todavía no terminaba de dejar ya dolía. Le dolían sus ojos fríos y su tono cortante; le dolía ella, como siempre, pero más que nunca.

-Jamás reproche tu pasado, Melancolía. Dijo con  la mirada clavada en el suelo.

¿Por qué me haces esto? Gimoteo, su mirada la recorrió de pies a cabeza, estaba más delgada que nunca.

-Haz comenzado a preguntarte qué tan conveniente soy para ti y yo, yo no puedo soportarlo. Contesto.

Entonces se quedo mirándola en silencio, viendo como apretaba la ropa dentro de las maletas, escuchando el crujir del cierre, casi casi escuchando los gimoteos ocultos a través de sus ojos, porque sabía  que Melancolía sufría… sabia que debía decirle que la amaba, solo que el frio de la noche y lo apretado de su corazón en la garganta no la dejaron.

Chinkii

Las quiero.